El otoño se presenta lleno de zozobra. Cuando volvemos a la rutina tras un verano de recreo y actividad contenida nos damos de bruces con rebrotes inesperados y con el vigor y la expansión de un virus que, lejos de haberse debilitado por los calores del verano, parce que le han servido para tomar aliento y fuerza.
Teniendo en cuenta que es cierto que el número de contagios, aunque de menor carga vírica, parece alarmar, mis propuestas culturales para el otoño pasan por disfrutar, a ser posible, de cultura en lugares abiertos.
La casa museo de Joaquín Sorolla ha inaugurado en el mes de septiembre la exposición “Sorolla Femenino Plural”. Una oportunidad para tomar asiento en un rincón de su jardín y apreciar los elementos ornamentales, fuentes, columnas, esculturas, cerámicas y arbustos que el pintor fue comprando, distribuyendo y ordenando. Para apreciar los detalles de la casa familiar del pintor así como descubrir una parte de su personalidad, sensibilidad y gusto por el detalle, aconsejo leer los epistolarios de Joaquín Sorolla y, en particular, la correspondencia con su mujer Clotilde García del Castillo. La mujer fue un eje esencial en su trayectoria pictórica. Apreciaba su valor, fuerza, trabajo y belleza. Las mujeres de su casa sus dos hijas y sobretodo su mujer, Clotilde, fueron su inspiración y sus modelos pero retrató también a esposas esperando al borde del mar el regreso de los marineros, bordadoras, remendadoras de redes, campesinas y jóvenes sin mas futuro que la calle. Mientras recorrió España pintando por encargo para el mecenas norteamericano Archer Huntingtom, escribía diariamente a su mujer y cuando no recibía carta se mostraba malhumorado y deprimido. Enviaba a su mujer violetas, claveles, lirios, semillas de arrayán para el jardín con instrucciones de cómo y donde plantarlos. Le envía en sus cartas dibujos de señoras con sombreros y vestidos para que vea la moda, lo que se lleva y le pide las medidas exactas tanto de ella como de sus hijas para mandar confeccionar ropas que les hacía llegar. Cuando lees sus cartas descubres al hombre que complementa al artista. Familiar, totalmente entregado a la pintura y a la familia, detallista, curioso, observador, trabajador incansable. Tras leer su correspondencia la visita a la casa museo, esa casa concebida, imaginada, decorada, diseñada por él cobra otra dimensión. La del enorme ser humano que la vivió junto a su queridísima “mascota clota” su “ministro de hacienda” como a veces la llamaba con ironía pues ella llevaba el control de las ventas y la atención y correspondencia en su ausencia.
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En el Palacio de Cristal del Parque del Retiro, el Museo Reina Sofía presenta una vistosa, imaginativa, colorida y pequeña instalación que anima el espíritu del otoño. Se trata de la obra de Petrit Halilaj, artista Kosovar, invitado a presentar el montaje titulado: “ A un cuervo y los huracanes que, desde lugares desconocidos, traen de vuelta olores de humanos enamorados”. El entorno de naturaleza, los colores del otoño y la sencilla belleza de un palacio acristalado lleno de poesía puede ser el colofón a un día para perderse y deambular por los caminos de tierra del otoño soleado, de esos de Madrid.
El palacio fue construido en 1887 y está rodeado de castaños de indias. En él fue elegido en mayo de 1936, Manuel Azaña como presidente de la República, al haberse quedado pequeño el edificio de las Cortes.
Continúo sugiriendo espacios abiertos. El otoño es una estación ideal para descubrir los colores del Jardín Botánico, por lo que aconsejo pasearlo al inicio de la estación, antes de que los árboles pierdan sus hojas y justo en los días en que toman colores dorados, amarillos, cobrizos. Fue Carlos III quién pidió a Sabatini el diseño de este jardín en 1774 y el jardín fue inaugurado en 1781. La puerta de Murillo, en la plaza de Murillo, es la puerta de entrada. Dentro del jardín hay estanques, paseos, estatuas, glorietas y un emparrado de hierro forjado de 1786. El paseo central está dedicado a Carlos III y en el se encuentra una estatua de esta rey. El paseo de Carlos III va desde la puerta del rey de Sabatini, que se abre al Paseo del Prado, hasta el estanque. El jardín cuenta con árboles centenarios que han sobrevivido guerras y abandonos. El árbol más antiguo es un ciprés que tiene entre 220 y 240 años y el más alto un olmo del Cáucaso con aprox. 40 metros de altura. Si aún quedan ganas de pasear se puede cerrar la actividad con una batida por la cuesta de Moyano. Aunque este paseo se merece dedicación exclusiva.
La cuesta de Moyano es un bazar de libros, una feria del libro usado. De espaldas a la verja del jardín botánico desde el Paseo del Prado hasta el Retiro se alinean las casetas. Cien años de historia y un diseño que apenas ha sufrido alteración. Una sucesión variada de oferta para alimentar la curiosidad.
Paseando por Madrid hace unos días entré en una galería de arte. Exponía obra muy curiosa y plástica de una ceramista junto a otros artistas seleccionados. La galerista, al borde de las lágrimas, nos dijo que cerraba; estaba recogiendo para cerrar, llevaba seis meses sin vender nada y no podía continuar. Es por ellos y por los otros y los otros de los otros por los que debemos animarnos, con todas las precauciones, con todas las cautelas y con todo el rigor que la situación requiere, a salir y a entrar y a comprar libros y ver exposiciones, teatro, conciertos.