He cometido un error en mi post anterior. He llamado a mi tropa de hijas de entre 13-15 años púberes, asociándolas con la primera fase de la adolescencia. En mi ignorancia, atribuía a esa pubertad los cambios psicológicos que les hacían dejar de ver a su madre como Grace Kelly o Scarlett Johansson para pasar a verme como Margarita Seisdedos mezclada con Marujita Díaz.
Pero leo ahora que la pubertad es el período entre 12-15 años donde sólo se producen cambios fisiológicos.
Los que tengan hijos que sólo estén sufriendo cambios físicos tienen niños púberes. Para esos niños, sus padres siguen siendo maravillosos.
Los que tenemos hijos que no sólo cambian físicamente sino también psicológicamente tenemos adolescentes. Ahí es donde se concentra el grupo de madres pessssadas y padres controladores. Y, ojito, la etapa esta dura hasta los 20 años (como poco)...
Aclarados los términos: nosotros tenemos ahora dos adolescentes y media. La media tiene 10 años; aún no es adolescente (ni púber), pero copia de vez en cuando a sus hermanas y se convierte en una de ellas.
Las dos adolescentes se parecen a Diana, de la serie V. Cuando las veo tranquilas, parecen humanas, pero a veces se tragan un ratón vivo y descubro que son lagartos alienígenas.
Hay miles de libros para aprender a tratar a un adolescente, con títulos sugerentes como Un extraño en casa, Cómo abrazar a un erizo, Tormenta cerebral o El pequeño dictador crece.
En mi incipiente estudio de ese mundo he sacado (de momento) algunas conclusiones:
1.- A muchos adolescentes les caen regular o mal sus padres algunas horas del día. Respiremos aliviados; no es personal. Hablando con otros padres de adolescentes bajamos nuestro nivel de frustración.
2.- Cuando hay visitas tu hijo se crece y muestra su cara amable. Así te deja mal.
3.- Si tu hijo va a casa de otro amigo luego te llaman los padres del amigo diciéndote que tu hijo es fantástico. Cuando uno quiera animarse hay que mandar a tu hijo a las casas de los demás amigos.
4.- Los adolescentes están permanentemente agotados. Su cuerpo dedica muchísima energía para crecer; es normal. No van a ritmo caribeño para ponerte de los nervios.
5.- Devoran a todas horas. Por lo mismo que lo anterior, no es extraño encontrarte a tu hijo apandando la nevera continuamente. Su intención no es arruinarte. Hay que meterles mucho pan para abaratar costes.
6.- Unos ratos en los que sueles caerles bien: cuando van de compras (y pagas tú), cuando les invitas a merendar, cuando están dormidos, cuando algo se estropea...
7.- Unos ratos en los que seguro que caes mal: cuando traen amigos a casa y te asomas por la puerta de su habitación a decir algo.
8.- El punto más importante: en unos años vuelves a ser considerado digno de confianza y cariño de forma estable. No sólo a ratos. Por eso hay que tener millones de paciencia.
¡¡¡¡Ánimo, fuerza, vigor, fortaleza, empuje, actitud positiva!!!! Sólo nos quedan unos 8 años para pasar esa etapa. Y cuando la pasemos tenemos que ser capaces de reírnos con ellos recordándolo.
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