lunes, 17 de diciembre de 2018

Excursión a la Ribeira Sacra con niños


A Ribeira Sacra comprende las tierras bañadas por los ríos Sil y Miño en la zona del interior de Galicia en la que se unen los dos ríos. En los últimos kilómetros antes de desembocar en el Miño, a la altura de la aldea de Os Peares, el Sil fluye en la frontera entre las provincias de Lugo y Ourense a lo largo de un profundo cañón, creando de este modo un paisaje impresionante y poco común, señal de identidad de este territorio


Para llegar a la Riveira Sacra desde Madrid lo mejor es ir por la A-6 hasta Benavente, y desviarse hacia Orense, pasando por Puebla de Sanabria, Allariz y Orense.


Nosotros paramos a comer en Allariz (a unas 4 horas desde Madrid), en el Restaurante o pepiño (justo en la plaza mayor). De la misma casa está el Restaurante Casa pepiña, un poco más refinado, donde compramos unas cervezas artesanas, que sabían más a sidra que a cerveza, pero que no dejaba de tener su gracia.



Plaza mayor de Allariz


En o pepiño , destacable el pulpo, y una de las dos carnes que nos pusieron. Después de la comida nos dimos una vuelta por el parte antigua del pueblo, que está lleno de tiendas de ropa y outlets de diversas marcas. Curioso. Y continuamos bajando hacia el puente romano, rodeando el río, para tomar un café en uno  de los merenderos que ahí en su orilla.




Puente romano de Allariz



Desde Allariz hasta Casa do Neto -casa rural en la que nos instalamos- media otra horita.

Está cerca de Chantada, pueblo que carece de encanto, todo hay que decirlo. Eso sí, Casa do Neto, que está a unos 15 minutos de Chantada es digna de reservar como punto de excursiones a la Riveira Sacra. Casa do Neto tiene varias casas. Nosotros nos alojamos en Chavelas, con seis habitaciones, cuatro de ellas con baño incorporado. Una buena cocina con una gran mesa en la que caben 14 comensales o más, y un salón muy agradable, con grandes ventanales. Tiene una zona común con pin pon, billar, futbolín y otros juegos; y campo de futbol y piscina –que en las fechas en las que fuimos estaba cerrada-.


Al día siguiente teníamos contratado unos tickets para un barquito que discurría por el Cañon del río Sil.  El embarcadero se llama Santo Estevo. La travesía tiene una duración de hora y media, y permite observar el Cañón desde el rio. Lo mejor, la señora (Pilar) que nos daba explicaciones sobre la fauna, paisaje y origen del cañón, y cuya sorna e ironía así como su tono provocaba, a sabiendas, la atención, incluso la risa de los turistas.




Inicios del Cañón del Río Sil



A las 13.30 nos retornaron al mismo embarcadero, y nos acercamos al Parador de Santo Estevo, antiguo monasterio cuyos claustros son para ver, y cuya ubicación es inmejorable. Aquel fue un centro de poder no sólo religioso, sino judicial y político, ya que su abad fue durante siglos el encargado de impartir justicia y nombrar escribanos y oficiales de aduana.




Parador de Santo Estevo



No probamos el restaurante del Parador, pero desde el mismo había una buena panorámica. Comimos en un sitio de un pueblo cercano, muy normalito.



Después visitamos la Iglesia de San Pedro de la Roca, que sí merece la pena detenerse. El más antiguo de Galicia. Un lugar muy característico por ser el único monasterio escavado en roca natural. En este mismo lugar está el centro de interpretación de la Ribeira Sacra y vida monástica, donde encontramos información de la historia de la zona. El campanario se encuentra a una altura de 20m, al que podemos subir por una escalera trasera, pero siempre con cuidado. Si cruzamos el arco del campanario daremos con una escalera que nos invita a bajar y descubrir la fuente de San Bieito, también excavada en la roca.




Iglesia de San Pedro de la Roca


Para finalizar nuestra jornada de turismo nos fuimos a las bodegas de Abadía de Cova, que se encuentra en una situación con vistas inmejorables de meandro de O Cabo do Mundo, con la Isla de Sernande, en el río Miño, la foto más buscada de la ruta. A 26Km del alojamiento. Así que en la misma jornada vimos ambos cañones y ambos ríos. El dueño de la bodega, Evaristo, un señor entrañable e interesante, que nos contó sobre la cultura del vino de la zona y el origen de la denominación de origen del Rivera Sacra, y de su afán, junto con otros, de mantener la naturaleza y el entorno, y evitar la despoblación que sufre la zona. No hicimos visita a la bodega, pero como era amigo de Alberto, nos invitó a una cata de vino tinto y de blanco, y también pudimos adquirir algunos vinos. Y sobre todo una ginebra muy muy rica, afrutada, y ajustada de precio.





Vistas desde la Bodega Abadía de Cova


Nos liamos más de la cuenta y nos volvimos por la carretera en paralelo al río, que sin embargo no pudimos disfrutar porque se nos hizo de noche. Nos esperaban una empanadas que reservamos en Chantada –cuyo teléfono nos habían proporcionado en la Casa Rural-, de las que dimos buena cuenta. La de carne y la de chorizo muy buenas, la de vieras muy seca –prescindible-.



Al día siguiente, y por indicación de Evaristo, alcanzamos una pequeña iglesia, la de San Estevo de Ribas de Miño, del Siglo XII, que, se dice, fue construida por el mismo que la catedral de Santiago, y cuyo rosetón es muy bonito, aunque no cabe apreciarlo en todo su esplendor, porque no se puede ver con la suficiente perspectiva. Al lado de esta iglesia había una casa rural, que debía tener su encanto.






San Estevo de Ribas de Miño


Después fuimos a hacer una pequeña ruta en bajada por una antigua calzada romana –que formaba parte de la que unía Braga con Astorga-. El tramo iba desde Diomundi hasta la aldea de Belesar, que se encontraba a orillas del pantano de Belesar.



Al finalizar nuestra caminata, nos fuimos de nuevo a la Bodega de Abadía de Cova, para ver por con la luz el día sus fabulosas vistas, aunque era la excusa para tomarnos un vino blanco con aperitivo.




Meandro de O Cabo do Mundo


Después, y ahora sí, disfruntando de la carretera que discurre a orillas del río, volvimos hacia nuestra Casa rural, con parada en Chantada, donde nos esperaba una mesa en Os Pendellos, restaurante en el que sus vierias resultaron deliciosas. Todo estaba rico, y creo que es imprescindible su visita. Además tenía una zona abierta con columpios para esparcimiento de los niños.


Para rematar nuestra escapada nos dimos un paseo en bici. La casa dispone de muchas bicicletas, y nos vino muy bien para bajar la comida. 

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